A veces el ser humano se pone a pensar y recordar pasajes de su vida, sean éstos logros que haya alcanzado, malos momentos que tuvo que afrontar o anécdotas que haya vivido, algunas de las cuales están materializadas a través de una placa, diploma, algún objeto o foto que uno pueda guardar o exhibir en algún lugar de su casa. Pero, también ocurre que aquella materialización de lo vivido se encuentra fuera de la casa de uno, en un lugar público que es visitado por miles de personas y que tal vez hasta una foto se hayan tomado al lado del nombre de uno sin conocerlo siquiera.
Hace unas semanas viajé a la ciudad de Sydney a documentar, por medio de fotos, un pasaje de mi vida que ha quedado inmortalizado en un lugar público de dicha ciudad, que es una de las atracciones deportivas y turísticas visitadas diariamente por gente de diversos países. Había viajado a Sydney en varias oportunidades, incluso estuve en dicha ciudad después de que sucedió lo que me llevó a visitarla en esta última oportunidad, pero era la primera vez que me acercaba a ver y tomarle fotos a aquello que perdurará a través del tiempo y la vida.
Todo empezó en la navidad de 1998, cuando de Melbourne, donde vivo, viajé a Perú el mismo 25 de Diciembre. En el aeropuerto llené el formulario para ser voluntario en las Olimpiadas de Sydney 2000 y se lo di a un amigo para que lo depositara por mí en el correo ya que yo viajaba a Perú por 6 semanas y a mi regreso iba a encontrar el plazo cerrado para la entrega de solicitudes. Australia necesitaba 50,000 voluntarios para las Olimpiadas aquellas, los cuales tenían que ser ciudadanos australianos, así que, como tenía la ciudadanía australiana, vi allí la oportunidad de devolverle algo al país que me adoptó y al que quiero tanto como al país donde nací, Perú.
Recuerdo que pasado unos meses me enviaron una carta citándome para una entrevista y verificación de ciudadanía. Imposible que pueda olvidarme de esa entrevista ya que fue el 25 de octubre de 1999, día de mi cumpleaños, por lo que hasta me felicitó y abrazó la chica que me entrevistó. Claro que yo al ver lo guapa que era, inmediatamente, le mencioné que era mi cumpleaños, para que me felicite.
Las Olimpiadas se inauguraron oficialmente en Sydney el 15 de setiembre de 2000, aunque dos días antes habían empezado los partidos de fútbol en las ciudades de Adelaide, Brisbane, Canberra y Melbourne. Pero los voluntarios empezaron con su labor desde el primero de setiembre ya que las delegaciones deportivas empezaron a llegar a Australia desde los primeros días de dicho mes.
Una de las anécdotas que tuve, como voluntario de esas Olimpiadas, fue cuando dándole el recibimiento al equipo australiano de fútbol, el entrenador de la selección australiana me dio las gracias en inglés, pero, después de alejarse unos pasos, retrocedió y mirándome fijamente me preguntó de donde era originario, siempre en inglés. "Perú" le contesté. Al escuchar aquello, él me abrazó y me dijo en castellano: "Yo soy argentino, con los peruanos somos como hermanos". Raúl Blanco, argentino de nacimiento, dirigió la selección de fútbol australiano por varios años y cuando me volví a encontrar con él me llamaba, simplemente, "peruano". Los argentinos que vivieron el problema de la Guerra de Las Malvinas no se olvidan que Perú les brindó su ayuda.
Las Olimpiadas de Sydney fueron un éxito en todos los aspectos. Pasado un tiempo, el Comité Olímpico y las autoridades creyeron conveniente premiar a todos aquellos que en forma voluntaria ofrecieron parte de su tiempo colaborando con la organización y desarrollo de las Olimpiadas. Fue así que el 15 de setiembre de 2002, dos años después de la Olimpiadas, el Premier del estado de New South Wales, donde queda Sydney, inauguró unos postes que fueron levantados en la Villa Olímpica, frente al Estadio Olímpico, los cuales tenían los nombres de los voluntarios de los Juegos Olímpicos grabados en placas de acero inoxidable.
Mi nombre se encuentra grabado, e inmortalizado, en una de esas placas en la Villa Olímpica. Junto al mismo hay dos Mejía más, que no sé quienes serán ni de donde serán. Dicho lugar es visitado por muchos turistas que suelen tomarse fotos junto a las placas, así que después de varios años que se encuentran allí, quise tomarle fotos a mi nombre y conservar aquel recuerdo como uno de los más grandes tesoros que uno pueda tener, porque somos aves de paso en esta vida y con el correr de los años, quizás, nuestro nombre se olvide y desaparezca, pero al menos, ahora, sé que el mío ha quedado perennizado en una placa en la Villa Olímpica de Sydney representando, para mí, más valor sentimental que todos los diplomas y grados que he logrado en Perú y Australia a través de mi vida.
Hace unas semanas viajé a la ciudad de Sydney a documentar, por medio de fotos, un pasaje de mi vida que ha quedado inmortalizado en un lugar público de dicha ciudad, que es una de las atracciones deportivas y turísticas visitadas diariamente por gente de diversos países. Había viajado a Sydney en varias oportunidades, incluso estuve en dicha ciudad después de que sucedió lo que me llevó a visitarla en esta última oportunidad, pero era la primera vez que me acercaba a ver y tomarle fotos a aquello que perdurará a través del tiempo y la vida.
Todo empezó en la navidad de 1998, cuando de Melbourne, donde vivo, viajé a Perú el mismo 25 de Diciembre. En el aeropuerto llené el formulario para ser voluntario en las Olimpiadas de Sydney 2000 y se lo di a un amigo para que lo depositara por mí en el correo ya que yo viajaba a Perú por 6 semanas y a mi regreso iba a encontrar el plazo cerrado para la entrega de solicitudes. Australia necesitaba 50,000 voluntarios para las Olimpiadas aquellas, los cuales tenían que ser ciudadanos australianos, así que, como tenía la ciudadanía australiana, vi allí la oportunidad de devolverle algo al país que me adoptó y al que quiero tanto como al país donde nací, Perú.
Recuerdo que pasado unos meses me enviaron una carta citándome para una entrevista y verificación de ciudadanía. Imposible que pueda olvidarme de esa entrevista ya que fue el 25 de octubre de 1999, día de mi cumpleaños, por lo que hasta me felicitó y abrazó la chica que me entrevistó. Claro que yo al ver lo guapa que era, inmediatamente, le mencioné que era mi cumpleaños, para que me felicite.
Las Olimpiadas se inauguraron oficialmente en Sydney el 15 de setiembre de 2000, aunque dos días antes habían empezado los partidos de fútbol en las ciudades de Adelaide, Brisbane, Canberra y Melbourne. Pero los voluntarios empezaron con su labor desde el primero de setiembre ya que las delegaciones deportivas empezaron a llegar a Australia desde los primeros días de dicho mes.
Una de las anécdotas que tuve, como voluntario de esas Olimpiadas, fue cuando dándole el recibimiento al equipo australiano de fútbol, el entrenador de la selección australiana me dio las gracias en inglés, pero, después de alejarse unos pasos, retrocedió y mirándome fijamente me preguntó de donde era originario, siempre en inglés. "Perú" le contesté. Al escuchar aquello, él me abrazó y me dijo en castellano: "Yo soy argentino, con los peruanos somos como hermanos". Raúl Blanco, argentino de nacimiento, dirigió la selección de fútbol australiano por varios años y cuando me volví a encontrar con él me llamaba, simplemente, "peruano". Los argentinos que vivieron el problema de la Guerra de Las Malvinas no se olvidan que Perú les brindó su ayuda.
Las Olimpiadas de Sydney fueron un éxito en todos los aspectos. Pasado un tiempo, el Comité Olímpico y las autoridades creyeron conveniente premiar a todos aquellos que en forma voluntaria ofrecieron parte de su tiempo colaborando con la organización y desarrollo de las Olimpiadas. Fue así que el 15 de setiembre de 2002, dos años después de la Olimpiadas, el Premier del estado de New South Wales, donde queda Sydney, inauguró unos postes que fueron levantados en la Villa Olímpica, frente al Estadio Olímpico, los cuales tenían los nombres de los voluntarios de los Juegos Olímpicos grabados en placas de acero inoxidable.
Mi nombre se encuentra grabado, e inmortalizado, en una de esas placas en la Villa Olímpica. Junto al mismo hay dos Mejía más, que no sé quienes serán ni de donde serán. Dicho lugar es visitado por muchos turistas que suelen tomarse fotos junto a las placas, así que después de varios años que se encuentran allí, quise tomarle fotos a mi nombre y conservar aquel recuerdo como uno de los más grandes tesoros que uno pueda tener, porque somos aves de paso en esta vida y con el correr de los años, quizás, nuestro nombre se olvide y desaparezca, pero al menos, ahora, sé que el mío ha quedado perennizado en una placa en la Villa Olímpica de Sydney representando, para mí, más valor sentimental que todos los diplomas y grados que he logrado en Perú y Australia a través de mi vida.
Darío Mejia
Melbourne, Australia
Melbourne, Australia