Nadie que haya pasado su infancia fuera de Lima podrá negar el enorme significado que para nuestros pueblos representan las obras en caminos y carreteras. Ellas son sin duda, la síntesis de la esperanza de familias enteras, quienes aguardan para alcanzar un mejoramiento sustancial en su calidad de vida y afirmar su identidad con un Estado que los acoja y no los excluya.
Este concepto de integración debe ser descrito tanto en su sentido interno como externo. Ello ocurre porque en el Perú del Siglo XXI no se ha superado la distancia que en principio generaba la abrupta geografía, pero que perpetúan el desinterés y la ausencia de un Proyecto Nacional que nos exima de la contradicción de la marginalidad y el olvido en el que subsisten los sectores de pobreza extrema.
Este desencuentro ha sido objeto de importantes trabajos de los más destacados filósofos y analistas adscritos a una u otra posición ideológica, indiscutible indicador de su relevancia y vigencia. Penosamente, cercanos al anuncio de nuestro Bicentenario como República, la clase política aún rehuye a la impostergable tarea de discutir una postergada agenda política, social y cultural la cual cierre la brecha socioeconómica y afirme en acciones de Gestión Pública su voluntad de avanzar como Estado Pluricultural, Descentralizado, Social y Democrático.
Hace menos de tres años, la problemática del urgente desarrollo en infraestructura carretera en el país, cobró impulso bajo los auspiciosos acuerdos destinados a integrarnos con nuestro vecino Brasil en un singular y estratégico corredor Este-Oeste destinado a facilitar el tránsito comercial entre los océanos Atlántico y Pacífico.
La ejecución de la ruta priorizada implicó entonces un acercamiento a la concreción de los sueños largamente postergados a nueve regiones del sur del país. No obstante, quedan aún proyectos pendientes en otras zonas del Perú, los mismos que complementariamente refuerzan la idea de que es necesario articular esfuerzos en busca del desarrollo sostenible sobre la base del uso racional de nuestros recursos naturales, y la articulación de circuitos turísticos que pongan en vitrina nuestra historia milenaria y diversidad cultural.
Un ejemplo de ello es el Proyecto de la Carretera Transversal Casma – Huaraz – Huari - Monzón - Tingo María- Pucallpa vía que muestra condiciones de técnicas tanto como vía de unión entre las regiones Ancash, Huánuco y Ucayali, como de carretera de penetración interoceánica con conexión al Brasil vía Cruzeiro do Soul. Es decir, una obra de infraestructura con capacidad de interceptar eficientemente el sistema longitudinal predominante consolidando su integración y desarrollo.
La unión de nuestras tres regiones naturales, el crecimiento del comercio y la generación de fuentes de trabajo en beneficio de millones de compatriotas son razones de peso para considerar que el fortalecimiento de nuestras redes viales de comunicación deben convertirse, en modo efectivo, en puentes de integración entre las cuencas del Pacífico y el Atlántico.
Este concepto de integración debe ser descrito tanto en su sentido interno como externo. Ello ocurre porque en el Perú del Siglo XXI no se ha superado la distancia que en principio generaba la abrupta geografía, pero que perpetúan el desinterés y la ausencia de un Proyecto Nacional que nos exima de la contradicción de la marginalidad y el olvido en el que subsisten los sectores de pobreza extrema.
Este desencuentro ha sido objeto de importantes trabajos de los más destacados filósofos y analistas adscritos a una u otra posición ideológica, indiscutible indicador de su relevancia y vigencia. Penosamente, cercanos al anuncio de nuestro Bicentenario como República, la clase política aún rehuye a la impostergable tarea de discutir una postergada agenda política, social y cultural la cual cierre la brecha socioeconómica y afirme en acciones de Gestión Pública su voluntad de avanzar como Estado Pluricultural, Descentralizado, Social y Democrático.
Hace menos de tres años, la problemática del urgente desarrollo en infraestructura carretera en el país, cobró impulso bajo los auspiciosos acuerdos destinados a integrarnos con nuestro vecino Brasil en un singular y estratégico corredor Este-Oeste destinado a facilitar el tránsito comercial entre los océanos Atlántico y Pacífico.
La ejecución de la ruta priorizada implicó entonces un acercamiento a la concreción de los sueños largamente postergados a nueve regiones del sur del país. No obstante, quedan aún proyectos pendientes en otras zonas del Perú, los mismos que complementariamente refuerzan la idea de que es necesario articular esfuerzos en busca del desarrollo sostenible sobre la base del uso racional de nuestros recursos naturales, y la articulación de circuitos turísticos que pongan en vitrina nuestra historia milenaria y diversidad cultural.
Un ejemplo de ello es el Proyecto de la Carretera Transversal Casma – Huaraz – Huari - Monzón - Tingo María- Pucallpa vía que muestra condiciones de técnicas tanto como vía de unión entre las regiones Ancash, Huánuco y Ucayali, como de carretera de penetración interoceánica con conexión al Brasil vía Cruzeiro do Soul. Es decir, una obra de infraestructura con capacidad de interceptar eficientemente el sistema longitudinal predominante consolidando su integración y desarrollo.
La unión de nuestras tres regiones naturales, el crecimiento del comercio y la generación de fuentes de trabajo en beneficio de millones de compatriotas son razones de peso para considerar que el fortalecimiento de nuestras redes viales de comunicación deben convertirse, en modo efectivo, en puentes de integración entre las cuencas del Pacífico y el Atlántico.
Fredy Otárola Peñaranda
Congresista de la República