sábado, 20 de septiembre de 2008

El miedo que destruye la esperanza

Conversando el otro día en una reunión familiar, salió a colación el eterno problema de la situación económica actual. Entre vasos de Kola Real y vino de Iquipí nos dimos cuenta los asistentes que la realidad no pasaba por posiciones extremistas de neoliberalismo utópico mete miedo de los nacionalistas, o la contraparte simplista de decir “así es el Perú y yo los conozco”, por parte del oficialismo (bien papeado) aprista.

No

Pasa por el miedo. Miedo a reconocernos inútiles a ejercer el voto ciudadano responsable y tener que confesar que, en una oportunidad, se tuvo que votar por Alejandro Toledo para que no salga Alan García y en otra por el mismo Alan García para que no salga Ollanta Humala.

Las confesiones al respecto sólo pudieron surgir gracias al valor que dio el vino de la chacra de mi fenecido abuelo Santiago (aprista recalcitrante), pero creo que hasta él hubiera cometido tamaña incoherencia electoral de estar viviendo en las actuales condiciones de incerteza laboral y económica, además de electoral. Y es que a pesar de las inútiles defensas en pro de alguna de las facciones políticas con mayor representación virtual en el país, nadie atinaba realmente a aceptar que el nacionalismo, el pepecismo o el aprismo eran una corriente que verdaderamente saque del subsistencialismo a nuestro país.

Acabose de los Nacionalismos

El miedo reconocido a no aceptar que eso de los países y guerra antiquísima Perú-Chile, Bolivia-Paraguay y demás salsas mediáticas y cortinas de humo, ya fue, hace rato y por el fondo del caño del sueño de Bolívar que quería romperlos. El ejemplo claro es Brasil con una economía que se compara con la del primer mundo. “Por primera vez en su historia, Brasil entró en el club selecto de las economías cuyo PBI pesa un billón de dólares”, (Río Negro On-Line). Pero no es realmente “Brasil”, sino el conglomerado de empresas medianas, grandes y transnacionales que apostaron por la reinversión y que sacaron al país de más de 190 millones de personas que simplemente están viviendo un chorreo sistemático, es decir que el que trabaja gana lo que debe y el que no pues papá Gobierno pasa sombrero y da. Aunque esto último, sabemos, se va acabando poco a poco.

El caso patético y contrario es el de Argentina, nuestro gran referente en cuanto a economía, país que no solo ve que como estructura no funciona como una asociación de habitantes bajo una sola bandera nacional, sino más como una cooperativa de consumo y crédito siempre en rojo. Baste saber que su PBI es ahora de 211.700 millones de dólares (Diario Clarín)… ¿Aterrador? Tampoco, tampoco diría mi padre al saber que García afirmó que el PBI del Perú llegaría a los 117 mil millones de dólares para este año (Andina). Pero volvamos a revisar las cifras entre Perú, Argentina y Brasil… ¿notaron?, da miedo ¿no?.

Miedo inherente y milenario. Miedo a no hacer algo concreto, a pensar más en salir afuera en un mundo que ya lo grita: “No quiere peruanos”, por lo menos no del tipo que generalmente exportamos, que es trabajadores de mano de obra que sólo significan un gasto al fisco del país anfitrión.

Miedo que desgarra la sierra y que revoltea la selva con protesta y hasta en la capital se enquista y se vuelca en la xenofobia provinciana y se transforma en esta cultura chicha de “en el futuro estaremos mejor”. El futuro es ahora y mientras sigamos con los recuerdos del pasado (y que me perdone desde aquí mi abuelo que tanto se esforzó por sacar adelante 14 hijos) y nos aferremos al futuro (“me quedaré en casa de mis padres hasta que mis hijos me mantengan” dijo un chistoso en la reunión), este mal congénito seguirá como una cadena bíblica que nos manchará por generaciones… ¡oh sorpresa! ¡nos manchó por generaciones!!!.

Matar al Ruiseñor

Entonces… ¿Cómo se mata el miedo?, “pues con valentía pues muchacho”, me parece escuchar la voz de mi abuelo: la valentía necesaria para oponerse a la mancha y elegir a un candidato no por limosna cantidatil sino por propuestas serias y elaboradas. Valentía para pedir la anulación de las regalías mineras que se impusieron por el riesgo país y que continúan siendo un arma de corrupción a grandes pasos y que generan desbalances económicos, como está pasando en Arequipa, donde la demanda crece a medida que una sola empresa minera se enriquece y monopoliza la compra de recursos y encarece servicios.

Valentía, palabra nunca bien dicha y nunca pronunciada en boca de algún político gubernamental hasta ahora, o de muy pocos para ser justos. Justicia es algo utópico en realidad, pero el camino hacia ella por medio de leyes y estamentos judiciales y fuerzas del orden garantizan un mínimo de posibilidad. Lo mismo puede suceder con la equidad económica, cosa imposible en un mundo dominado por mega economías de empresa y conglomerados, pero en el intento de pararles el macho con la justicia de los que tienen potestad en la tierra y los recursos nos puede dar una ventaja, sino observemos el caso mal gestado de Bolivia, que, pese a tomárselas por el lado radical, obtuvo la capacidad de negociación finalmente de sus recursos. De manera equivocada, sí, pero lo hizo y las petroleras no se fueron. Como para tenerlo en cuenta. ¿Alguien habló de Concesiones versus Privatizaciones?. Eso ya es para otro tema. Por lo pronto seamos valientes y digámonos mutuamente nuestras verdades y realidades y recién ahí intentemos mejorar el barco en que todos estamos, hasta Alan García por supuesto.
Sarko Medina Hinojosa
Periodista